UN partido prótesis. Un partido muleta. Un partido cuya sola existencia está encaminada a permitir que el PRI persista en el poder. Ese es el Partido Verde. Un partido Potemkin sin el cual Enrique Peña Nieto no hubiera ganado la elección presidencial, y sin el cual el priismo no triunfará en la elección intermedia. Sin el PVEM, el PRI no obtiene más del 30 por ciento del voto y lo sabe. De allí la importancia de inflar al Verde, ensanchar al Verde, visibilizar al Verde. De allí las carretadas de dinero que han fluido a sus arcas para hacer crecer su marca. Vía espectaculares. Vía “spots” televisivos. Vía anuncios en los cines. Vía vales de medicinas. Vía estrategias extralegales que el gobierno induce, porque sabe que con ellas llegará cojeando a la elección, pero con el voto suficiente para ganarla.
La construcción de la muleta priista ha sido paso tramposo tras paso tramposo. Primero con anuncios manipuladores que presentan al Verde como un partido que cumple lo que ofrece, cuando no lo hace. Anuncios que apelan a los peores instintos de la naturaleza humana como lo son la venganza y el odio. Anuncios que rayan en la ilegalidad, tanto en contenidos como en cantidad. Anuncios que las televisoras transmiten a toda hora sin el menor reparo, sabiendo que jamás serán sancionadas. Promocionales provocadores, con artistas pagados para parecer “ecologistas”, cuando en realidad son cómplices de la corrupción. Un Partido “Verde” que defiende la vida de los elefantes, pero no de los humanos. Un Partido “Verde” que está a favor de la pena de muerte. Un Partido “Verde” con un largo historial negro.
Basta con recordar el video de El Niño Verde negociando un soborno de 2 millones de dólares para permitir la construcción de un hotel en una zona ecológica. O el maletín de dinero de fuentes inexplicables que cargaba el dirigente partidista, Arturo Escobar. O la investigación inconclusa sobre el posible asesinato de una joven europea, que “cayó” de un departamento en Cancún, propiedad de Jorge Emilio González.
O la cadena perpetua en un país que se especializa en encarcelar a inocentes no en atrapar a culpables. O el peregrino argumento de que el PVEM puede pagar la publicidad con la que tapiza el país y llena el espectro, porque ha “ahorrado” las prerrogativas que el INE le dio, mientras otros partidos las han “malgastado”.
Y ante este comportamiento violatorio del Cofipe, presenciamos el pasmo de las autoridades electorales. O la pasividad. O la complicidad. Un INE que “amonesta”, pero no sanciona. “Amonesta”, pero no castiga. “Amonesta”, pero permite que el comportamiento irregular persista. Dicta medidas cautelares, pero ni siquiera les da seguimiento. Un INE que por ello ha caído en una crisis de confianza por no defender la equidad, la legalidad, la fiscalización.
La mayoría de los consejeros del Instituto actúan ya como correa de transmisión de la voluntad del PRI y el Partido Verde. En vez de impedir la creación de la muleta, ayudan a que el priismo se apoye en ella. Y lo hará. Según encuestas recientes, el PVEM ha crecido del 4 por ciento al 11 por ciento, lo suficiente para asegurar la mayoría en la Cámara de Diputados en alianza con el PRI.
Y ese objetivo lleva a que el gobierno le entregue a El Niño Verde un programa de vales que ningún otro partido posee. Desde la perspectiva de Los Pinos, al Partido Verde hay que darle todo lo que pida, en el momento en el que lo haga. Y por eso la orden desde arriba a las instituciones de salud, para que el programa de vales estuviera listo en la segunda semana de febrero. Y por eso el doblegamiento del IMSS y del ISSSTE a la exigencia presidencial. Y por eso la construcción al vapor de centros para la entrega de vales. Cayendo todos en un delito electoral. Violando todos la equidad de la contienda. Usando todos recursos públicos para apuntalar a un negocio familiar, partidista, priista. Engañando todos a la ciudadanía al presumir un programa que en realidad todavía no existe, ni debería existir.
Y ante lo que a todas luces es un comportamiento marrullero e ilegal, Arturo Escobar, del PVEM, responde diciendo que es “nuestro legítimo derecho”. Es su “legítimo derecho” violar la ley. Es su “legítimo derecho” mentirle a la ciudadanía. Es su “legítimo derecho” convertirse en la muleta del PRI, para que pueda seguir parándose sobre el cuello de la población. Y es nuestro legítimo derecho hacer todo lo posible para que eso no ocurra. Evidenciar a la muleta con la esperanza de partirla en pedazos y quemarla en leña verde. Negarle el voto al PVEM y decir juntos: “Sí cumplimos”.
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