Existen pronunciaciones que señalan que el gol es el orgasmo del futbol, un momento sublime capaz de hacer brotar un torrente de alegría y euforia desde el terreno de juego hacia las tribunas.¿Cuántas pasiones se descargan en ese segundo feliz? ¿Cuántos problemas se olvidan? ¿Cuántos sueños se tejen?Por ello, resulta incomprensible que el futbol tico haya permitido que la falta de definición se convirtiera en una disfunción crónica y progresiva. Jornada tras jornada comprobamos que nuestros jugadores tienen la puntería más extraviada que la de un espermatozoide loco.Este problema ha dejado cicatrices imborrables. ¿Cómo olvidar aquella clarísima oportunidad que desperdició Winston Parks frente al portero de Turquía, que nos habría dado el pase a la segunda ronda del Campeonato Mundial de Japón y Corea (2002)?También nuestros equipos menores acusan los síntomas de este síndrome. El año antepasado, en el Mundial Juvenil de Egipto, Allen Guevara se comió una oportunidad de oro al final del juego contra Bélgica que nos habría asegurado el tercer lugar. Más en www.somoselespectador.blogspot.com