Está claro que la humildad es parte de la grandeza de cualquier ser humano, pero más de un artista. Quien es famoso pero no artista, tiene mayor conflicto para lidiar con la fama y enfrentarse a aquel principio que dice que el poder o la fama atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos. Es comprensible que aquellos débiles de cimientos morales e intelectuales puedan distorsionar la fama que les ha llegado a sus manos como un producto desechable de consumo masivo, pero lo que resulta incomprensible es como aquellos que ni son famosos y que no han logrado nada en el medio artístico, cuando dan sus primeras gateadas antes de caminar o correr, ya se empiezan a marear, por lo que para el caso de que tengan talento sus actitudes pueden ser su mayor ancla, y que no comprenden que si en sus comienzos los voltean a ver, en la mayoría de los casos es por el chayote o un premio vendido de por medio, como si tales situaciones o los consejos de quienes se les acercan y dicen ser, sus disque managers, pudieran ser motivo de altivez en vez de agradecimiento como sí ocurre con las figuras grandes. Para la linda Giselle, resulta sorprendente como figuras de la talla de Marco Antonio Muñiz o el finado José José siempre hayan mostrado humildad a lo largo de sus carreras, y principiantes que incluso pueden recibir atenciones y oportunidades por algunos medios, puedan llegar a pensar que son grandes estrellas indispensables para el público o para los medios que querían apoyarlos. el comparativo expresado por giselle es tan claro como la diferencia entre el caramelo y el limón.