Se exagera cuando se señala que son malos los papeles que tiene México en participaciones deportivas, tan sólo si revisamos las intervenciones de nuestro país en Juegos Olímpicos veremos que se cuenta con el segundo lugar como país más ganador de medallas en Centroamérica, después de Cuba y el sexto más ganador de todo el continente por abajo de Estados Unidos, Argentina, Canadá y Brasil, mientras que en lo que respecta al fútbol soccer solamente Brasil y México encabezan el número de países americanos con más mundiales jugados en donde en la actualidad la selección mexicana ocupa el lugar décimo séptimo de una lista de 211 países afiliados a la FIFA. Y a todo esto, ¿qué ganaría nuestro país si en unos Juegos olímpicos se repleta de medallas de oro o gana la copa del mundo en Fútbol?, tal satisfacción deportiva ni acabaría con el terrorismo criminal que sufre México ni se mejoraría la actitud política, social ni económica del mexicano, y solamente serviría de un lucimiento momentáneo ante quienes se emocionan por las transmisiones deportivas en televisión y ante quienes organizan esta clase de eventos deportivos que tienen más intenciones políticas que deportivas, aunque llegan a alegrar de manera fugaz a los pueblos. Las participaciones de buenas a regulares de las delegaciones y selecciones mexicanas, resultan normales salvo para los pesimistas como "Chava Flores", ya que lo sorprendente sería dar un campanazo y alcanzar a las grandes potencias deportivas como Estados Unidos o China cuyas condiciones sociales, educativas, y de salud no resultan ejemplares. Sin embargo esto no significa que el Estado no deba tener contemplado en sus políticas, una planeación sobre la educación física y la práctica del deporte como factor importante en medidas de salud y prevención delincuencial. Lo que más debe sorprendernos, es la sobredimensión que puede darse a una medalla olímpica, que es producto de un esfuerzo personal más que social, y como puede encumbrar al ganador del metal hasta poder envolverse en el vicio después de su victoria o gozar de un prestigio que le permita incursionar a la función pública sin tener la vocación de servicio que es indispensable para su desenvolvimiento, como es el caso de Ana Gabriela Guevara Espinoza, que por ser campeona de las pistas de atletismo, hoy desluce como Directora de la Comisión Nacional de la Cultura y el deporte mejor conocida como CONADE, al mostrar su ignorancia en la administración pública, su nefasta educación para un cargo tan sensible y como en plena transformación de la vida pública del país, resulta claro ejemplo del arraigo de grupos de corrupción que imperan en el gobierno y de las mafias que se admiten se sienten en la mesa de negociación para evitar males mayores. "todo lo que ganó (producto de mi salario), me lo unto y me lo visto como me da mi chin##da gana" comentó Guevara en una conferencia de prensa al ser interrogada sobre su rendimiento de cuentas en los pasados Juegos Olímpicos de París, sin considerar que lo que se unta y se traga y quizá hasta lo que se mete, ya no proviene de Grupo Slim o de Televisa como llegaba a su bolsa en el pasado, sino de una nómina para el servicio público, por lo que su actividad no se limita a una oficina, ya que su comportamiento público está adherido al desempeño por la naturaleza de su empleo, y más aún en una conferencia de prensa, organizada y costeada por el gobierno en donde debe demostrar rectitud y mayor honra que la que trató de mostrar en el deporte, en donde al fin y al cabo, ella siempre ha sido una pelafustán cuya capacidad intelectual se reduce a la imitación de un animal que lo único que hace es andar a prisa una distancia de 400 metros. No faltará quien diga que la forma no es fondo y que incluso se atreva a defender o votar por una candidata cretina como Xóchitl Gálvez o justificar a un mal elemento como Guevara aún con presiones económicas o políticas.
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