No se puede separar
el nivel intelectual de la preparación escénica, aunque exista la
inspiración espontánea que puede producir el talento. Existen oficios y profesiones que aunque
emanan de una habilidad inspiradora, después del desarrollo natural y virtuoso, deben estar acompañados de la
preparación académica o autodidacta. No resulta una simple coincidencia que los
grandes actores sean los más preparados o que los representantes escénicos de
la cultura superior tengan la preocupación del crecimiento intelectual aún
mayor que el económico, aunque ambas situaciones puedan llegar a ser compatibles. Aquel que está divorciado de cualquier principio
epistémico aunque tenga expresiones de talento, no puede llamarse artista, ya
que quizá se trate de un habilidoso, de un virtuoso de lo estético, pero no de
un artista. De ahí que los artistas sean los iniciadores de los cambios
sociales, de las protestas y de las revoluciones ideológicas que han dado paso
a los cambios radicales y al desarrollo social. Aquel que se preocupa por su
crecimiento intelectual para desarrollar su actividad escénica es aquel
empeñado artista y no aquel habilidoso
que se preocupa por su crecimiento económico y su acercamiento de masas, que simplemente, lo podemos denominar como un famoso. El mundo de consumo, que ha traído
como consecuencia que el espectador deba
bajarse al nivel de la mala calidad del artista cuando visita una
representación escénica o sintoniza un trabajo artístico, ha provocado que principalmente
cantantes o actores con altas ventas y
fama, puedan poner de pretexto su dedicación a su supuesta actividad artística
para descuidar su actividad académica e intelectual, pero dicho pretexto,
solamente exhibe su falta de preparación artística que no le permite ni obtener
una escala de valores ni distinguir las altas ventas que producen la fama en
consumo y lo que es la satisfacción personal del crecimiento intelectual que es
el crecimiento artístico. Es de llamar la atención como productores,
principalmente de televisión, expresan su preocupación por los altos índices de
audiencia, que son capaces de colgarse de historias que ya fueron éxito sin
arriesgarse en nuevas obras o que son capaces de cambiar radicalmente la
historia de una telenovela que no está
siendo exitosa, en vez de preocuparse por la convicción de la calidad del
producto, debido a que están alejados del crecimiento intelectual que
proporciona el verdadero valor humano, ante las exigencias de consumo en las
que se han desarrollado, hasta desnaturalizar la esencia de su actividad
humana. Más en www.somoselespectador.blogspot.com